El ser humano constituye su propio aprendizaje. El hombre es
él a través de sus propias experiencias existenciales, de la interacción con su
propio cuerpo.
La formación humana también debe ser permeada por la razón
sensible, por un pensar orientado desde la corporalidad.
Las relaciones establecidas entre la educación y el cuerpo,
sentido e imagen favorecen la vivencia del cuerpo, como vía para que las
personas interpreten el mundo, lo comprendan, lo cuestionen, contribuyan a su
sostenibilidad y que configuren un modo de ser en el mundo.
La escuela cumple funciones imprescindibles para establecer
un vínculo específico entre el cuerpo y el conocimiento, mediante el
aquietamiento y la sedentarización, la educación de la motricidad y la higiene
de los sentidos.
En la escuela, la corporalidad cumple una función socializadora
y mediadora para la construcción del conocimiento.
Las prácticas pedagógicas corporales constituyen el eje por
medio del cual el proyecto de la escolarización se hace factible.
Es importante destacar que con la educación formal, el ser
humano se potencia mediante las experiencias corporales en sí misma, y con el
proceso de las experiencias en la relación del mundo, conciencia de sí mismo,
sus potencialidades y limitaciones, conciencia del otro y la capacidad de
influir en él.
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